viernes, 19 de octubre de 2012

Mañana salimos



      Cuando una editorial se presenta con el nombre de «Cultura Ciclista» pocas dudas quedan acerca del contenido de sus libros. En efecto, «Cultura Ciclista» es un quijotesco proyecto nacido en el 2012 de la mano de Bernat López, con el objetivo de llenar el vacío cicloliterario que existe en lengua castellana. Su primera hornada consiste en cuatro títulos, uno de los cuales es «Mañana salimos» de Jean Bobet; una lectura capaz de hacer las delicias de grandes y pequeños aficionados al deporte de las dos ruedas. 
http://www.cultura-ciclista.com/
      En «Mañana salimos» uno se sumerge en la Edad de Oro del ciclismo, los años 50, donde campaban nombres que suenan lejanos, a menudo conocidos por referencias indirectas, viejas instantáneas en blanco y negro. Estamos hablando del G4: Fausto Coppi, Louison Bobet, Hugo Koblet y Ferdi Kübler; la generación que dominó Giros , Tours, Mundiales, San Remos, Roubaix o Liejas -ahí es nada- durante casi una década. Pero «Manaña salimos» no es una crónica deportiva de esos años -o, al menos, no es sólo eso.-, sino que Jean, el hermano pequeño de Louison, relata desde una perspectiva más intima los episodios más destacados de su vida ciclista y personal. Esos que le hacen renunciar a una carrera académica como profesor universitario a cambio de correr como profesional junto a su hermano. O los mismos que, más tarde, le hacen cambiar la bici por la pluma de periodista.

     Desde sus años de amateur, Jean va desgranando los entresijos del mundillo ciclista, los personajes que por allí pululan: masajistas, managers, compañeros, periodistas. Su carrera y la de su hermano son los elementos más importantes del libro, pero también hay sitio para capítulos sueltos en los que reflexionar sobre asuntos tan actuales como el dopaje, o las dificultades para conseguir una unión entre los corredores. Especialmente hermosas y evocadoras resultan las páginas dedicadas a la voluptuosidad experimentada al andar en bici (Algo delicado, íntimo y efímero (...) puro júbilo).

Louison Bobet.  Case Deserte, Izoard
     Y después están las carreras, la intensidad con la que Jean habla de la Roubaix (Tienes la certeza, la absoluta certeza, de que el organizador está chalado () Y mientras te dejas ir sin pedalear, te dices que el año que viene...) o las crónicas de algunas etapas: la figura inmaculada de Coppi pedaleando contra el crono; Louison Bobet cruzando en solitario la Casse Déserte, camino del Izoard,; la emboscada del equipo francés a a Charly Gaul en el Ventoux, donde todos acaban rotos; o, de nuevo, Bobet y Gaul, pero ahora en Italia, en Loreto o en el Monte Bondone, en un Giro que niguno de los dos conseguirá ganar.

      El libro se cierra con tres capítulos que tal vez sean los más emotivos. El primero de ellos, dedicado a la inevitable derrota de los que un día fueron campeones (la primera muerte) -había aparecido en escena un tal Jacques Anquetil-. Y los otros dos, en los que el relato se centra en una época ya lejana a la competición: las salidas de los domingos y las excursiones en las que reviven tiempos pasados; así como la última salida de los hermanos Bobet, antes de que Louison emprenda su última y definitiva escapada.

     En definitiva, una deliciosa lectura, sorprendente por la naturalidad de las descripciones y la sencillez del lenguaje que emplea Jean Bobet; hecho al que, indudablemente,contribuye la impecable traducción de Bernat López. Una fabulosa carta de presentación para Cultura Ciclista, que provoca expectación ante futuras entregas y tesoros por descubrir. Ojalá que así sea.

martes, 24 de julio de 2012

Expectativas Vs. Realidad Vs. Lo que la sección femenina piensa

Esto es lo que esperábamos del Canal de Castilla: gloria y honor.



Esto es lo que realmento hicimos en el Canal de Castilla: sufrir como perros.
(ampliar foto para apreciar con detenimiento el jeto del par de dos)

Y esto es lo que la sección femenina piensa que hicimos en el Canal de Castilla:


domingo, 22 de julio de 2012

Canal de Castilla: cuando el páramo se hace carne


El numen de estos campos es sanguinario y fiero;
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma de un arquero,
la forma de un inmenso centauro flechador.
Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
¿no fue por estos campos el bíblico jardín?
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín.
                           Don Antonio Machado

     Verano de 1910. Octave Lapize se convierte en el primer ciclista en coronar el tourmalet ganando aquella etapa del tour y dejando para la historia la ya mítica frase de “son ustedes unos asesinos”. 
Nos ha tocado vivir en una época en la que parece que no queda ya rincón inexplorado alguno y resulta casi imposible la gesta, el más difícil todavía y mucho menos el ser pionero en algo.  Afortunadamente los amigos del Gran Premio Canal de Castilla (GPCC), a pesar de los pesares y la crisis que no acompaña se han liado la manta a la cabeza para organizar la que ha sido la primera edición del GPCC.  Y allí nos dirigimos, más con la idea de ser el anónimo ciclista que llegó a más de 7 horas de Lapize que el propio campeón francés, pero pioneros al fin y al cabo.
El desafío no era moco de pavo, 232 Km. de inmensidad castellana salpicados con 55 Km. a través de las sirgas del canal.  Para aquel que piense que los que los caminos en llano no tienen demasiada chicha decir que así pensaba un servidor antes de sufrir en mis carnes el pavé flamenco, o remitirle a que se acerque por Medina de Rioseco a probar. Las sirgas no le van a la zaga al adoquinado de la ronde, cuesta mantener el control de la bici y se hacen notar en las piernas.

 Foto gentileza de http://www.revistadesdelacuneta.com
    Una vez recogido el guante, únicamente nos separaban 800 Km. del convento de clarisas que hizo las veces de cuartel general, lo que nos ayudó aun más a retrotraernos en el tiempo si cabe. Porque he de decir que para mi tuvo algo de vuelta a los orígenes, y no sólo a mis orígenes castellanos, que también, sino a los orígenes del CICLISMO, con mayúsculas. En tiempos en los que la mercantilización lo invade todo, cuando ya las marchas son carreras encubiertas y mudan de nombre por el de empresas comerciales y hay una auténtica obsesión por los tiempos y las clasificaciones, es reconfortante tomar la salida sin chips en el tobillo junto a poco más de 100 personas.
    Por cierto, tuvimos la ocasión de charlar en la salida con Pedro Horrillo, ex corredor profesional y ciclista entusiasta siempre, al que llevamos un pequeño obsequio.
    Tomada la salida, no tardó en aparecer la primera sirga y el primer pinchazo, tónica que se mantuvo en las dos posteriores, lo que me hizo plantearme si las clarisas no habrían maldecido mis pobres cubiertas por ateo. Solventados los inconvenientes es de caballeros castellanos agradecer a Fran y Álex que iban cerrando la marcha pendientes de que estuviésemos como en casa. La verdad es que tuvimos un trato muy cercano y familiar difícil de ver en otras marchas. Y que decir del chorizo del primer avituallamiento, ¡qué pimentón! Aun con el regusto en la boca tuvimos la ocasión de admirar lo mejorcito del románico palentino mientras nos adentrábamos una vez más en la inmensidad de la meseta. Es aquí donde se pueden contemplar los más bellos cielos y donde la vista no es capaz de abarcar tanta grandeza. El paisaje es realmente abrumador. Rodar durante horas con la sensación de no avanzar, inmersos en un profundo silencio es algo difícil de explicar. La despoblación y la consiguiente falta de tráfico acrecientan esta percepción de encontrarse sólo en medio de la nada. Ciertamente, es un panorama de una belleza sutil, austera, casi espartana. Frente a la avalancha de estímulos a la que estamos habituados, se destapan esencias mucho más delicadas, de las que hacen valorar los pequeños detalles. Como el ver la cara de los críos iluminarse al paso de la comitiva como si pasara el mismísimo Indurain por el salón de su casa. Alegra ver que todavía hay niños que se dejan sorprender por algo así. Si se me permite la obligada metáfora gastronómica estaríamos confrontando un plato de alcachofas en salsa verde (Aturem Eurovegas!) con un infame hot dog repleto de ketchup.

     Y en estas hizo su aparición el temido viento tan característico de esos lares, que en todas sus variantes malévolas – racheado, lateral, de cara- nos hizo pasar las de Caín durante más de la mitad del recorrido. De no ser por la aparición de un ángel caído del cielo en forma de camión de la organización todavía estamos allí pedaleando. Realmente, sin desmerecer a Gus, ha sido el mejor gregario que he tenido en la vida.
Una vez más resulta extraño imaginar a la organización de cualquier marcha cercana animar a coger rueda del coche oficial y mucho menos llegar a poner la etapa del tour por megafonía como ocurrió para solaz de los allí congregados.

     Última carretera blanca, pedregosa ella, y sirga final para llegar a Medina de Rioseco de nuevo después de más de 9 horas de bici.  Y confirmar que teníamos premio al club más lejano, consistente en vino y más vino con el que regaríamos las viandas de la ya casi cena.
Lo dicho, una experiencia mística.

 En el podium con nuestro merecido premio.

Para futuras ediciones: http://www.gpcanaldecastilla.com/