jueves, 25 de agosto de 2011

Erase una vez un circo...

Nunca he sido muy circense, si acaso a veces un poco payaso, pero el circo nunca me hizo demasiada ilusión.
Pero este desprecio por los acróbatas y los leones terminó cuando en la última excursión de la pcgepo oí hablar de otro tipo de circos. El primero fue el circo del pan que habla del que trataré en otra ocasión. Y posteriormente de los circos de Gavarnie y Troumouse, en el pirineo francés, que no hablan como el pan pero en cierta manera expresan mucho más. Y hasta incluso.
Y hasta la tan bella como sosa localidad de Luz Sant-Sauveur nos desplazamos para ir al circo y de paso subir algunos de los colosos pirenaicos que tantas veces hemos visto ascender en el Tour de Francia. Tuvimos la ocasión de buscar (y encontrar, vaya que si los encontramos) los campos magnéticos de los que habla Perico en Luz-ardiden, el aubisque, soulour...


Y allí confirmamos que algunas de las más míticas cimas, las que tanto han dado que hablar no son ni las más duras ni las más bellas, y que al margen de la mitología y literatura ciclistas hay auténticos paraísos por descubrir.
Así que si os acercais  por esas tierras no podeis despediros sin ascender al circo de Gavarnie contiando la ascensión hasta el último confín que supone el puerto de Bujaruelo-Boucharo, belleza natural sin parangón, y el circo de Troumouse, naturaleza salvaje en estado puro, sin tanta aglomeración como el anterior. Sin desmerecer al circo de Litor y su carretera colgada en el abismo son algunos de los lugares más bonitos a los que podemos acudir a lomos de la flaca.

Y de postre si quedan energías, por una estrecha carretera que atraviesa un hayedo discurre la subida a la hourquette d'anzizan que nos dejó aun mejor sabor de boca.
Y todo esto sin mencionar que por fin, después de tantos intentos conseguimos comprar pan, ¡Y que pan!

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