lunes, 4 de julio de 2011

Dimitri, la forja de un ciclista (I)

Transdniéster, año 1.

    Es durante las frías noches de invierno, cuando al calor de la hoguera, los más viejos del lugar cuentan a un corro de niños boquiabiertos la leyenda de Dimitri, el ciclista indomable. Originário de esta tierra indómita, el joven Dimitri se crió bajo la alargada sombra de su abuelo, ciclista y héroe local que había triunfado allí donde ningún otro soviético lo había hecho: en las ya mitológicas cimas pirenaicas de la grande boucle. 
    De su abuelo había heredado una vieja bicicleta de más de 25 kg y la costumbre de no quitar el plato grande por muy pronunciada que fuera la pendiente. Pero un fatídico día, yaciendo exhausto en su lecho, y sintiendo que la vida se escapaba entre los dedos, le contó la verdad. Lo cierto es que nunca ganó aquella carrera, pues cuando se disponía a levantar las manos para celebrar la victoria, la emoción le hizo perder el equilibrio y cayó a pocos metros de la meta. Avergonzado, nunca jamás contó a nadie lo sucedido y volvió a Transdniéster decidido a convertir el resto de su vida en una farsa. 
    Impresionado por el relato, el joven Dimitri montó en su vieja bicicleta y con un busto de Lenin por todo equipaje partió a Vladivostok decidido a ingresar en el centro de tecnificación ciclista que allí tenía su sede.
Trabajando de sol a sol en un koljós cercano pronto fue conocido por ser capaz de arar vastos campos de cereal con el arado en el transportín de su bicicleta. Su reputación de ciclista total llegó a oídos de Brézhnev que durante la celebración de los actos conmemorativos al decimotercer plan quinquenal le hizo subir al estrado, y tras el característico beso con lengua del lider del politburó, le comunicó que había sido seleccionado para representar a la patria del proletariado en el próximo Tour de Francia. Largos años de duro trabajo, de arrastrar neveras urales arriba habían dado su fruto. Pero la mirada de Dimitri estaba ausente. 
    Las crónicas dijeron que el honor de representar a la patria socialista llenaba sus ojos de lágrimas, pero en realidad Dimitri pensaba en su abuelo y en que nunca volvería a soltar las manos del manillar.



6 comentarios:

  1. Qué historia tan bonita..! ardo en deseos de saber cómo continuará

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  2. Yo vi al pequeño Dimitri soltar las manos del manillar. Está cambiando la historia!!

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  3. Porque la historia es algo mobil al fin i al cabo... me ha hecho llorar ese abuelo que nunca llegué a ver!!!

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  4. En mi pueblo circula la leyenda de que en noches de luna llena se puede ver su silueta recortada en el horizonte y los ciclistas que se pierden por esa tierras y se dirigen hacia ella, encontrarán pechugas empanadas para calmar su hambre.

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  5. wow! vaya historia...y cuánto pesaba el busto de Lenin?

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